El inicio de cada año nos trae la celebración de la fiesta de Epifanía: la manifestación de Cristo Salvador a los pueblos extranjeros. Esta fiesta es una llamada de atención para sacudir la conciencia misionera, que brota de nuestro Bautismo y es nota esencial de la Iglesia, siguiendo el mandato de Cristo de ir hasta los confines de la tierra.
Sin la dimensión misionera, una comunidad parroquial, una comunidad diocesana corre el riesgo de replegarse en sí misma y dejar que su fe se debilite. Debemos estar en constante actitud de dar y compartir nuestra fe, para que, lejos de marchitarse, brote verde cada día en uno u otro rincón del planeta.
La Campaña del 6 de enero se refiere a los Catequistas nativos y al IEME (Instituto Español de Misiones Extranjeras).
Sin la dimensión misionera, una comunidad parroquial, una comunidad diocesana corre el riesgo de replegarse en sí misma y dejar que su fe se debilite. Debemos estar en constante actitud de dar y compartir nuestra fe, para que, lejos de marchitarse, brote verde cada día en uno u otro rincón del planeta.
La Campaña del 6 de enero se refiere a los Catequistas nativos y al IEME (Instituto Español de Misiones Extranjeras).
Proclamado por el Papa Benedicto XVI, estamos inmersos en el “Año de la Fe”, que inició el 11 de octubre de 2012 y concluye el 24 de noviembre de 2013. En octubre pasado, la Iglesia celebró la XIII Asamblea General Ordinaria de Obispos, con el tema: “La Nueva Evangelización, para la transmisión de le fe cristiana”. Celebramos también el Domund recién pasado, con el lema: “Misioneros de la fe”. Y en nuestra campaña de Epifanía, este año, propusimos varios lemas en torno a la fe y los Delegados Diocesanos de Misiones eligieron: “Misioneros, portadores de fe y esperanza”.
Vivir la fe y transmitirla debe ser nuestra preocupación central.
La Iglesia, consciente de ello, nos insiste por activa y por pasiva. Y si ahora profundiza en la Nueva Evangelización, es precisamente para transmitir la fe en un mundo globalizado y en sociedades secularizadas, que se organizan de espaldas a Dios. ¡No saben lo que se pierden! Tenemos que hacérselo descubrir. Hablamos de la fe en Cristo Jesús, que puso su tienda de campaña entre nosotros. Un hombre en todo igual a nosotros, menos en el pecado. Jesús, Hijo de Dios, el rostro de Dios, porque viéndole a Él, conocemos al Padre que le envió a poner en marcha un proyecto de salvación-liberación.
El proyecto del Reinado de Dios, que comienza como semilla pequeña en esta tierra y culmina en la otra vida, en el cielo. Tener fe en Jesús es aunar nuestro esfuerzo para que su proyecto crezca en el mundo. Los misioneros somos portadores de esa fe, que va unida a la esperanza y el amor. El misionero comparte la fe que él vive y es signo de esperanza en su comunidad. Vivimos la fe en comunidad, formando Iglesia. En el cartel de este año presentamos al misionero compartiendo la Palabra en comunidad, al catequista laico enseñando en su grupo y al misionero a caballo, portador de fe y esperanza a las comunidades más lejanas. El sol, en el horizonte, es como la meta final y la fe que ilumina nuestro caminar.